Instalaciones

La Ciudad de los niños tiene una dimensión total de 127 hectáreas de terreno divididas entre las casas residenciales, el colegio, la plaza, talleres y las instalaciones auxiliares, así como las zonas destinadas a la granja.
 
La Ciudad de los Niños cuenta con 40.000 metros cuadrados de construcción que incluyen:
  • Instalaciones del Colegio Técnico Agustiniano.
  • Talleres y Laboratorios para la formación técnica.
  • Catorce albergues para los alumnos de III Ciclo.
  • Cinco residencias para alumnos de IV ciclo.
  • Amplias instalaciones deportivas y áreas verdes.
  • Oficinas para personal docente y administrativo.
  • Clínica San Ezequiel Moreno.
  • Templo de Nuestra Señora de la Consolación.
  • Lechería, galpón de pollos y carnes (vacuno, ovejas y conejos).
 

Albergues y Residencias

Albergue de la Ciudad de los Niños. La vida en familia es y ha sido el punto de partida para motivar el cambio de los muchachos en la Ciudad de los Niños. Al cabo de casi 30 años de estar funcionando los albergues ha quedado establecido un modelo de alternancia entre éstos y las residencias. Los chicos recién llegados son alojados en los albergues durante sus primeros años, 12 en cada uno de ellos.
 
Su número reducido ofrece mejores condiciones para convivir, conocerse y realizar una vida social más estrecha, siempre bajo la vigilancia de una persona adulta. En estos momentos se cuenta con catorce albergues dentro de la ciudad: San Agustín, Nicolás, Ezequiel, Santa Magdalena, Mónica, Juan, Santo Tomás, Rita, La Gloria, Miami, Alonso, Cipreses, Los Ángeles y Ana.
 
En cada uno la figura de una “Doña”, o Formadora Humana, persona responsable del albergue, se ha convertido en la parte central de este modelo de convivencia por su capacidad de desempeñar diversas tareas relacionadas con la formación de los chicos.
 
La encargada del albergue es la figura materna de una familia “normal”, en términos sociales, que se traslada a vivir de tiempo completo a la institución. se instala con su familia (esposo e hijos) y cumple sus actividades habituales de ama de casa ahora extendidas a los jóvenes que le son asignados por el área psicosocial: Área de Convivencia y Acompañamiento Integral ACAI.
 
No se pretende que la “doña” del albergue llegue a ocupar el lugar de la madre natural del chico como se pensó originalmente cuando inició la experiencia de los albergues y las madres sustitutas, pensando en niños de menor edad que los actuales; esa ya no es la idea, ni siquiera en el caso de quienes no cuentan con la figura materna.
 
Desde una visión integral, el modo de vida en los albergues tiene como objetivo crear un ambiente familiar que demuestre al joven que sí es posible la convivencia sana bajo reglas claras de estricto cumplimiento para todos. En la mayoría de los casos ese objetivo se cumple. Incluso, para alguno de los internos vivir en un albergue puede ser la primera tentativa de vida familiar después de haber pasado años en algún otro tipo de internado o en el seno de una familia disfuncional.
 
Según el testimonio de una “doña”: la Ciudad de los Niños exige mucho de las “doñas”. Fortaleza y paciencia, para tratar con chicos que no conocen, pero también tienen su recompensa, cuando ellos regresan al cabo de los años a agradecerles y reconocerles el esfuerzo, sobre todo los que fueron más reacios al trato que se les brindó”.
 
La experiencia ha demostrado que una vez que los chicos se muestran receptivos a las condiciones que se les ofrecen se crean lazos de afecto entre ellos y las “doñas”, que perduran mucho después de que éstos han egresado, lo que sobrepasa la mera función asistencial de cuidar del recién ingresado responsabilizándose de su alimentación y de su ropa.
 
Las “doñas”, en suma, a diferencia de los otros grupos de profesionales que conforman la red de apoyo de la institución, profesores, instructores, el área psicosocial, y la misma comunidad religiosa, que tienen una responsabilidad directa con el joven y de alguna manera han recibido una formación específica para ello, sólo cuentan con su propia experiencia como amas de casa y madres de familia para cumplir la responsabilidad contraída.
 
El ingreso de las “doñas” a la institución es resultado de un estricto proceso de selección y, una vez aceptadas, reciben toda la capacitación necesaria para su diario convivir con los jóvenes.
 
Son responsables de llevar una bitácora o registro personalizado en el que dan cuenta de los avances, los problemas o las situaciones particulares de cada joven dentro del albergue. Y también son responsables también de mantener una comunicación directa con los profesores y los encargados de los talleres.
 
Eventualmente, los casos de conducta que rebasan el ámbito de convivencia dentro del albergue son tratados por el personal especializado del área psicosocial y por la misma comunidad religiosa, siempre bajo una perspectiva de acciones coordinadas.
 
Después de superar la prueba del primer año o dos de albergue, el chico pasa a vivir a alguna de las residencias de acuerdo con la especialidad del taller que cursan, al lado de unos 45 compañeros, distribuidos ya 12 habitaciones separadas para 4 personas cada una.
 
Cada residencia cuenta, además, con un área de baños, amplia sala de estudio y sala de televisión y un apartamento para los Dones: formadores humanos, un matrimonio que vela por la formación de los jóvenes de esa residencia.
Las actividades cotidianas en las residencias, debidamente programadas, están a cargo de los formadores humanos con apoyo de algún interno designado por los frailes; aunque la supervisión última sigue siendo responsabilidad de éstos.
 
Aquí se espera que el joven madure y ponga en práctica el modelo de convivencia aprendido en los albergues, para que complete su proceso de formación responsabilizándose de su comportamiento y de sus tareas cotidianas en relación con grupos más grandes
 
A pesar de todos los inconvenientes del aumento de la matrícula se ha procurado evitar el hacinamiento y la masificación tanto en los albergues como en las residencias.